La lactancia de los perros

Una vez que el cachorro esté seco, tendrá derecho a su primera mamada. Por lo general, el instinto y los movimientos de la madre son suficientes para que se ponga en contacto con las mamas; si no lo consigue, hay que ayudarle.


En los primeros momentos será calostro lo que saldrá de las mamas; este líquido, cuya secreción precede a la subida de la leche, es rico en proteínas y además contiene otros anticuerpos que protegerán al cachorro de las enfermedades durante las primeras semanas de vida, hasta el momento en que la vacuna tome el relevo (en realidad, el cachorro se beneficia de los anticuerpos de su madre mucho antes de nacer puesto que éstos atraviesan la barrera placentaria a través de la sangre).

Es importante que el cachorro mame lo más rápidamente posible pues su pared intestinal sólo dejará pasar los anticuerpos durante las primeras veinticuatro horas.



La lactancia de los perros recién nacidos


Al calostro le sucederá la leche que le aportará al recién nacido las calorías y los elementos indispensables para el crecimiento. Por lo general, la lactancia corre a cargo de la madre, situación ideal para el pequeño, pues así se le proporciona una alimentación perfectamente adaptada a su joven organismo.


Sin embargo, a veces es necesario recurrir a la lactancia mixta, ya sea porque la perra está débil, ya porque el crecimiento del cachorro resulta lento. También puede ocurrir que no haya más solución que una lactancia completamente artificial.

Es lo que ocurre cuando la madre sufre trastornos relacionados con la lactancia (masdds, crisis de eclampsia, etc.) o cuando la leche es insuficiente tanto en calidad como en cantidad. Y también cuando la perra rechaza las crías. Si el cachorro es todavía muy pequeño, habrá que darle el biberón. Pero en cuanto tenga quince días se le podrá poner la leche en un platillo para que beba a lengüetadas.



Tratándose de leche, se le puede dar leche maternizada preparada aunque también se le puede hacer una comida a base de leche concentrada no azucarada (el equivalente de un bote) con una yema de huevo, una cucharada de las de café con crema fresca y otra con miel.

Durante la primera semana, se le darán al cachorro ocho comidas al día, después se le dará siete durante la semana siguiente y así sucesivamente de semana en semana hasta llegar a tres o cuatro comidas diarias en el momento del destete.


A partir de entonces, el cachorro deberá adatarse a otra manera de alimentarse: necesitará, en efecto, absorber por separado los alimentos sólidos y los alimentos líquidos. El destete deberá ser progresivo. Si el cachorro vive con su madre, ésta última regurgitará para él su propia comida acostumbrándolo así poco a poco a la alimentación sólida.

Pero si esto no ocurre, se incorporarán progresivamente sustancias espesantes a la leche, como harina para bebés, croquetas (para perros) trituradas. Este régimen se irá reduciendo poco a poco hasta que el cachorro acepte las croquetas enteras. Durante ese período no hay que olvidar poner agua para que pueda beber.

Resulta más delicado pasar a la alimentación tradicional, compuesta de carne, arroz y legumbres; en efecto, el animal habrá de acostumbrarse a los sabores de los diferentes ingredientes y aprender a reconocerlas. En todo caso, la atracción que la carne ejerce sobre este joven carnívoro facilitará las cosas.

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